miércoles, 1 de abril de 2020

La Carta

 San Juan, puerto Rico
8 de marso de 1947

Qerida bieja:
Como yo le desia antes de venirme, aqui las cosas me van vién. Desde que llegé enseguida incontré trabajo. Me pagan 8 pesos la semana y con eso bivo como don Pepe el alministradol de la central allá.
La ropa aqella que quedé de mandale, no la he podido compral pues quiero buscarla en una de las tiendas mejores. Digale a Petra que cuando valla por casa le boy a llevar un regalito al nene de ella.
Boy a ver si me saco un retrato un dia de estos para mandálselo a uste.
El otro dia vi a Felo el ijo de la comai María. El está travajando pero gana menos que yo.
Bueno recueldese de escrivirme y contarme todo lo que pasa por alla.
Su ijo que la qiere y le pide la bendision.

Juan
Después de firmar, dobló cuidadosamente el papel ajado y lleno de borrones y se lo guardó en el bolsillo de la camisa. Caminó hasta la estación de correos más próxima, y al llegar se echó la gorra raída sobre la frente y se acuclilló en el umbral de una de las puertas. Dobló la mano izquierda, fingiéndose manco, y extendió la derecha con la palma hacia arriba.
Cuando reunió los cuatro centavos necesarios, compró el sobre y el sello y despachó la carta.
FIN


 José Luis González

Underwood


La carta había demorado en llegar. La tenía ahora frente a los ojos, desdoblada, convulsa entre sus dedos. No lograba iniciar la lectura. Las letras se desdibujaban fundiéndose unas con otras como si el llanto las hubiese oscurrido. Pero no lloraba. Hacía mucho tiempo que no se daba esa satisfacción. En cambio, vacilaba, temeroso de la respuesta que había guardado en secreto durante lo que ya parecía una vida. Se concentró, haciendo un esfuerzo enorme, y las letras fueron recuperando sus pequeñas estaturas, la separación breve y nítida que caracterizaba a la Underwood portátil que él mismo le había comprado poco después de la boda.

        Todo el contenido podía resumirse en la última línea:

TE AMO AÚN. LLEGO EL VIERNES.

Arrugó la hoja. Casi en seguida volvió a estirarla. Sus ojos recorrieron ávidos las disculpas, los ruegos, el esbozo de planes que habrían de realizar juntos. Ella había tenido la culpa de todo, aseguraba. Pero no volvería a ocurrir. Y luego venía la reafirmación de lo que él había rogado todas las noches. Y el anuncio escueto de su llegada. Al buscar la hora en su reloj, notó sorprendido que ya era viernes. Corrió hasta el auto anticipando el abrazo, sintiendo contra su cuerpo el arrepentimiento de ella, su vergüenza. Amanecía.

Esperó largas horas en la estación. Sus ideas se perdían en las más enmarañadas conjeturas. Recordó de pronto que no sabía a qué hora llegaría. Ni cómo viajaría hasta él. Hasta podía llegar en avión, nada tendría de raro. Entonces, ¿por qué estaba él en la estación, esperando quién sabe qué autobús? Sin darse cuenta manejó hasta allí, guiado quizá por la forma que había tomado tantas veces aquel sueño. Siempre la miraba bajar sonriente, buscándolo con la vista, hasta que la veía de pie junto a la columna que ahora sostenía su peso. Se dijo, angustiado, que era un imbécil.

Por suerte traía la carta. La desdobló presuroso. No había ningún indicio de cómo se transportaría hasta la ciudad. Pasaron los minutos y la incertidumbre se iba espesando en sus jadeos. ¿Cómo no se le ocurrió explicar claramente la hora y el lugar de su arribo? No había cambiado. Sigue siendo tan irresponsable como siempre. Tendrá que tomar un taxi hasta la casa porque él no puede hacer nada más. Allá la esperaría.

La noche se hizo densa y angustiosa. De nada le sirvió leer durante el día las revistas que lo rodeaban. Tampoco se distrajo escuchando la radio ni saliendo al balcón a cada rato. Pronto serían las doce y entonces la llegada del sábado se encargaría de probar otra vez lo que él siempre sospechó: era una mentirosa, la más cruel de las farsantes.

A la una de la mañana confirmó que ya nunca más le creería una sola palabra. Aunque llegaran mil cartas pidiéndole perdón o volviera a escuchar su voz suplicante por teléfono. Caminó hasta la pequeña Underwood, insertó un papel, tecleó a prisa. Las letras salían débiles, destinadas. Cambió la cinta. Escribió:

Querido Ramiro:

Tienes que perdonarme. Perdí el avión el viernes. Iré la próxima semana, sin falta. Ya te avisaré. Te amo. Debes creerme...          
                                                   (ENRIQUE JARAMILLO LEVI)

lunes, 19 de marzo de 2012

La vida es sueño - Autor: Pedro Calderón de la Barca


 
 
La vieja historia de un joven príncipe desterrado por el padre que desea evitar el fatal vaticinio de las estrellas, es el punto de partida de la obra maestra de Calderón, publicada en la Primera parte de sus comedias (1636). Pocas piezas del teatro áureo lograron ensamblar una riquez de pensamiento tan sugestiva y compleja con una técnica tan depurada en la articulación de la trama y el manejo de la lengua poética.

La vida es sueño - Pedro Calderón de la Barca pdf




viernes, 17 de febrero de 2012

Insularismo - ANTONIO S. PEDREIRA (Ensayo)

    “Siendo yo estudiante de la Universidad de Columbia, en Nueva York, conocía a muchos hispanoamericanos que solían notar en mí, sin esfuerzo alguno, características que nos son peculiares.  Me solazaba yo escuchando el acento y los giros de un compañero colombiano, y no me daba cuenta de que a él le pasaba lo mismo oyéndome a mí.  Me parecía que él cantaba con ese dejo musical que también y a su manera tienen los mexicanos, los venezolanos, los argentinos… Un día, crecida la confianza entre nosotros, me sorprendió diciéndome:

__іQué gracioso hablas tú!

__ Hombre, el que habla gracioso eres tú – le respondí en el acto. Y cuando me explicó en qué consistía “mi gracia”, y remendaba mi acento e imitaba mi entonación, que él encontraba común a otros coterráneos míos, me di cuenta que también nosotros tenemos en el hablar un dejo privativo que no es insobornable.  Y es que cada pueblo lleva en su lengua el alma de su raza y el espíritu de su región.  En el rico pentagrama de la lengua española Puerto Rico tiene también su nota.

  […]

             Ortográficamente no ofrecemos diferencia alguna, pero desde el punto de vista prosódico, la lengua española hablada en Puerto Rico aúna modalidades interesantes como las que distinguen entre sí a las regiones de España y América.  Se observa entre nosotros el muy corriente fenómeno del localismo fonético que, como en tantos pueblos, suele estar defendido por la alianza que suele formar el regionalismo y el descuido.  De más está advertir que la pronunciación correcta de lengua alguna no es enteramente uniforme en ningún país del mundo.

Aunque los mejores deseos del autor vayan dirigidos a favor de una pronunciación depurada que tienda a la mejor unificación de la lengua hablada, no puede dejar de señalar aquellos particularismos que circulan en nuestra ortología provinciana.  Los más populares son el yeísmo y el seseo; la nasalidad excesiva de las vocales en contacto con consonantes como en cantan, ñapa; la aspiración de la s final de sílaba; la velarización de la n final de palabra; la aspiración de la j; la rr uvular, y entre los cultos un castizo aunque equivocado deseo de pronunciar algunas letras muertas como la p en séptimo y septiembre; la b en obscuro, substituto, acción, etc., como ks en vez de gs que es lo correcto; la m final de álbum, item, que se debe pronunciar como n. Estas particularidades y defectos  fonéticos, mecidos en nuestra ‘graciosa’ entonación, nos caracterizan. 

[…]

Existe entre nosotros una honda preocupación por ser correctos y da lástima oír a los anunciadores de radio que en su afán de pronunciar la c y la z, las colocan en las palabras que llevan s.  La gente simple suele sonreír creyendo vulgares, plebeyas o equivocadas numerosas palabras obsoletas que corrientemente usan nuestros jíbaros.  Las voces truje, jablar, lamber, mesmo, dende, dotor y tantas otras que usaron los más sobresalientes clásicos del Siglo de Oro, son palabras perfectas, de pura cepa española, que se paralizaron desde el siglo XVI en la boca de nuestros campesinos, ofreciendo a nuestro interés contemporáneo un precioso fenómeno de estancamiento.  El hecho, corriente en algunos países de América, no autoriza a nadie, sin embargo, para hablar de la perfección  del habla jíbara.  Junto a estas viejas palabras de rancia estirpe, el campesino creó otras como atrecho, avancino, cucubano, ñangotarse, pollona, malojillo, etc., que cuenta con una circulación centenaria.

El español como lengua: Historia

     Cuando se estudia la historia de una lengua, hay que considerar cuál es su antecedente lingüístico, es decir, de qué otra lengua procede en lo fundamental (su léxico, su gramática, su fonética). En el caso del español, su base es el latín.
            En el año 218ª.C., como consecuencia de la segunda guerra púnica comienza la conquista y romanización de España por los romanos. Junto con la civilización romana se impuso la lengua latina, importada por los legionarios, colonos y administrativos que hablaban un latín vulgar, diferente al clásico que era el utilizado en las grandes obras literarias.
            Para difusión del latín no hicieron falta coacciones; bastó el peso de las circunstancias: carácter de idioma oficial, acción de la escuela, superioridad cultural, y convivencia de emplear un elemento de expresión común a todo el Imperio Romano. Las primitivas lenguas peninsulares fueron desapareciendo paulatinamente hasta alcanzar la latinización completa. Son palabras de origen latino:
               hijo, cielo, hormiga, puerta, amigo, libro, padre, lobo

            Los germanos comenzaron la invasión de España en el siglo V, pero el influjo germánico en la lengua hablada por los hispanorromanos fue muy escaso. Los visigodos, pueblo germánico que alcanzó la hegemonía en España, era uno de los pueblos barbaros más romanizado y pronto renunciaron a su propia lengua para hablar latín.  Sólo aportaron palabras como:

                                 espía, yelmo, guerra, rico, espuela

            La incorporación de la Península al mundo árabe en el 711 trajo otra cultura, otra lengua, y otra religión. La larga convivencia, de casi ocho siglos, de los árabes e hispanos dejó una huella importantísima en el idioma, sobre todo en el léxico. Más de 4000 palabras españolas proceden del árabe. Ello representa que, aparte del latín, del cual procede la mayoría de nuestras palabras, el árabe es la segunda fuente principal de nuestro léxico. Son arabismos:

                almohada, azúcar, almacén, albañil, alfombra, arroz, zanahoria, berenjena

            Durante la edad Media, el latín hablado en la península Ibérica se fragmentó en diversas variedades y dialectos, entre ellos estaba el castellano hablado en el centro y norte de España.
            Al comenzar la Edad Moderna, el castellano sufre diferentes modificaciones fonéticas, adquiriendo el perfil que se mantiene con pocas variaciones hasta la actualidad. El español del siglo XVI es el que pasó a América.
            Las coincidencias del español de América con el andaluz, variedad del castellano hablado en el sur de España, han hecho suponer una fuerte influencia andaluza.  Hay que tener en cuenta que en los primeros años de la colonización (1493-1508), el 60% de los que emigraron a América eran andaluces; y en los diez años siguientes las mujeres precedentes de Sevilla sumaban los dos tercios del elemento femenino emigrado.  Es decir, en los primeros años de colonización se formó en las Antillas un primer estrato de sociedad colonial andaluz muy importante.  A ello debemos añadir el hecho de que Sevilla y Cádiz monopolizaron durante los siglos XVI y XVII el comercio y relaciones con América, y muchos emigrantes españoles no andaluces tenían que permanecer largos períodos de tiempo en estas ciudades en contacto con el habla andaluza.  Cuando estos emigrantes llegaban a América ya habían incorporado rasgos andaluces a su forma de hablar.  Finalmente, hay que tener en cuenta el influjo canario como enlace entre América y España.
            El español del siglo XVII se enriquece con diversas aportaciones: palabras italianas (bisoño, diseño, capricho, alerta…) y palabras de las lenguas indígenas americanas (maíz, tabaco, patata, chocolate, hamaca, canoa, etc.).
            A partir del siglo XVII nos encontramos con el español moderno, ya que el idioma no sufre alteraciones importantes desde esa época hasta la actualidad.

CARACTERÍSTICAS GENERALES DEL ESPÑOL DE PUERTO RICO

  Las características principales del español hablado en Puerto Rico son las siguientes:

I.                   Nivel Fónico (Fonético y fonológico)   

El sistema vocálico español consta de 5 vocales
                 a, e, i, o, u
                                      
  Pero el sistema vocálico puertorriqueño distingue, además de las 5 vocales españolas, dos clases de e (e abierta y e cerrada) y dos clases de o (abierta y cerrada, respectivamente), por lo tanto consta de 7 vocales: i, u, e, e (abierta), o, o (abierta) y a.
  Esta diferencia se debe, sobre todo, a la pérdida o aspiración de s final.  Al perder esta consonante desaparece el signo de plural y para compensar esta pérdida se abre la vocal precedente.


               Singular                                  Plural
               niñ o (o normal)                       niñ o (o abierta)
               nen e (e normal)                      nen e (e abierta)

  En cuanto al sistema consonántico, la lengua de Puerto Rico de 18 fonemas consonánticos:

p, t, k, b, d, g, f, l, s, y, h, ch, r, rr, m, n, ñ, y n dorsal

               Sus principales diferencias con el español hablado en España son la desaparición de los fonemas /θ/ (escrito c o z), /ll/ y /j/.
         Este sistema consonántico encaja dentro del marco latinoamericano y, más concretamente, del caribeño.  Ofrece los siguientes rasgos:

a.       El yeísmo o fusión en un solo fonema de los fonemas españoles /ll/ y /y/: *anyo, *caye.
b.      El seseo o fusión en un solo fonema de los fonemas españoles /s/ y /θ/  (escrito z o c): *senisero, *sapto.
c.       h aspirada en vez de la j castellana: *hoven, *trahe.
d.      n dorsal al final de palabra: pan, álbum.
e.       Aspiración o pérdida de la s final de síliba o palabra: *ehtoy (estoy) *lah cohtah (las costas).
f.       La pronunciación de la r uvular, con un sonido próximo al francés y desconocido en español: carro, ferrocarril.
g.      Cambio de r por l cuando esta consonante va al final de sílaba o palabra: *olden, *cantal.
h.      Pérdida de la d intervocálica: *comió, *estudiao, *preparao y al final de palabra: *virtú, *amistá.

         *Las palabras precedidas de un asterisco corresponden a formas no estándar.

II.                Nivel léxico-semántico: Palabra y significado

El punto de partida del vocabulario puertorriqueño es la gran cantidad de palabras españolas, relativas a la vida material y espiritual, incorporadas sobre todo a partir del siglo XVI, con la conquista y posterior colonización de la Isla, como hemos visto más arriba.
         Dentro de esta base española, hay que destacar una corriente léxica, común en toda América: la conservación de la palabras que en España ya han dejado de usarse (arcaísmos).  Las palabras acalenturado (febril), boto (sin filo), dilatarse (demorarse), plantaje (figura), etc. son ejemplos de arcaísmos.
         Junto con el arcaísmo también se da en Puerto Rico el fenómeno contrario, el neologismo o formación de palabras nuevas, muchas de ellas de origen inglés como parquear.
         Pero las palabras más antiguas de América no son las españolas, sino las indias.  En nuestra isla, además de las palabras indias comunes con los otros países, tenemos centenares de tainismos o palabras tomadas de la lengua taína de los indios antillanos. El Profesor Rubén del Rosario, en su magnífico ensayo sobre “La lengua de Puerto Rico” hace la siguiente clasificación de las palabras de origen taíno:

1.      Palabras taínas de uso general en América: maíz, bohío, hamaca, ect.
2.      De uso menos generalizado: cabuya, cocuyo, mamey.
3.      De uso antillano: ausubo, hicotea, batey.
4.      De uso puertorriqueño: boricua, tabonuco, pitahaya, guajana.  A estas últimas ha que añadir los topónimos o nombres de lugar de evidente origen taíno: Arecibo, Mantí, Yauco, Caguas, etc.
                                             Las palabras de origen africano, africanismos, son muy escasas y no se corresponde con la importancia de su oportunidad étnica.  Podemos citar las siguientes: ñame, guineo, baquiné, mandinga, bembé, cocolo, chango, fufú, guarapo, etc.
                                             También es muy importante la formación criolla de palabras en suelo puertorriqueño, es decir, la creación de nuevas palabras siguiendo las reglas de composición y derivación del español, es decir la creación de nuevas palabras siguiendo las reglas de composición y derivación de español, para satisfacer nuestras propias necesidades expresivas: brete, chiripa, cuquero, pisicorre, ajorar, alcapurria, etc. pertenecen a este grupo.
 
Ejercicios:

I.                   Clasifica las siguientes palabras según su origen.

rico                        azúcar              alfombra         
alcalde                   canoa               tabaco             
espía                      almacén           chocolate        
                   guerra                    capricho           libro
                   hormiga                 maíz                 puerta

Origen latino:        ___________________________________
Origen visigodo:   ___________________________________
Origen árabe:         ___________________________________
Origen italiano:     ___________________________________
Origen americano: ___________________________________

II.                Cierto o Falso
`                 ___ 1. El latín se introdujo en España por la coacción de los romanos.
                   ___ 2. Los árabes aportaron el léxico español más de 4000 palabras.
                   ___ 3. El español del siglo XVI es el que pasó a América.
                   ___ 4. Las diferencias morfológicas y sintácticas entre el español de Puerto Rico y el hablado en España son muy importantes.
                   ___ 5. El punto de partida del vocabulario puertorriqueño son las palabras españolas. 

*(Intercomunicación I, Juan Luis Onieva Morales)
           

jueves, 6 de octubre de 2011

Juan del Encina, Patriarca del teatro español


 
La historia del teatro español presenta una enorme laguna que se extiende desde la época del “Auto de los Reyes Magos” hasta el siglo XV.  Sin embargo, el drama religioso conservó su vitalidad hasta esta época, como nos lo demuestra la producción de Gómez Manrique, Juan de Encina y Lucas Fernández. 


Juan del Encina
(¿149-1529?)

Nació en la provincia de Salamanca,  en cuya Universidad estudió, y sirvió a los duques de Alba.  Más tarde machó a Roma, y residió allí, salvo breves ausencias, hasta sus cincuenta años, época en decidió ordenarse sacerdote.  Tras un viaje a Jerusalén, regresó a España, y permaneció  en León hasta su muerte.  Fue uno de los mejores músicos de la época de los Reyes Católicos,  lo que le procuro en Roma la protección de varios Papas.
La importancia de Juan del Encina radica ante todo en su obra dramática.   El título que se le ha dado de “patriarca del teatro español” no es exagerado, teniendo en cuenta que es el primer autor en quien vemos una acción escénica perfectamente estructurada, dentro de un tipo de teatro primitivo. Sus quinces obras teatrales reflejan dos influencias distintas: la de la tradición medieval - con lo popular y religioso-  y renacentista - de la vida y admiración por lo clásico-.
En conjunto, la producción dramática de Juan del Encima tiene un gran valor histórico no sólo porque sintetiza admirablemente las principales corrientes culturales de la época – gusto por lo popular y local español, optimismo renacentista, influjo de Italia y de la antigüedad grecolatina-, sino por ser la primera en la que observa el sello de una fuerte personalidad artística.